jueves, 1 de abril de 2010

ESCANER: Dr. Raúl Alfonsín

Cuando se habla de personalidades como Raúl Alfonsín, resulta difícil hacer un análisis desapasionado, tanto para simpatizantes como para detractores, que los hay, aunque, justo es decirlo, varios millones menos desde el momento de su muerte, por esa cosa extraña que hace más buenos a los que ya no están. De todas maneras, él no necesitó de la muerte para tener su lugar en la historia grande de nuestra patria. Afortunadamente su pueblo y la dirigencia política (propia y ajena) advirtió a tiempo el hecho de hacerle saber en vida, a través de varios homenajes, que el paso del tiempo había colocado las cosas en su lugar. Lo llamaron Padre de la Democracia y se lo considera el último estadista (con perdón de los que vinieron luego, que rayan con lo impresentable) que gobernó el país, lo que de alguna manera describe su impresionante obra en favor de la democracia, la igualdad, la justicia y la libertad. No le tocó un segmento fácil de la historia; siete años previos de dictadura y una nación devastada en lo social y lo económico fueron el escenario en el que debió desenvolverse. Ganó con el 52 % de los votos una elección antológica ante el justicilista Italo Luder, pero esa fue la contienda más leve de las que tendría que enfrentar. Al asumir le esperaban un país en ruinas, los militares que se resistían a irse del poder definitivamente, los sindicatos con sus trece (!) paros generales, las corporaciones de siempre con quienes se negó a entrar en acuerdos espurios y las necesidades enormes de un pueblo que, después de tantos años de silencio y frustraciones, le exigió más que a nadie. Con todo esto en contra se dió el lujo de juzgar y condenar a los responsables de las juntas militares, de revertir una complicadísima rebelion de los carapintadas en la Semana Santa de 1.987, puso fin al conflicto con Chile por el canal de Beagle, y controlar un intento terrorista de copamiento en La Tablada. Su asignatura pendiente fue encontrar un camino que encauzara la economía, y ese fracaso aceleró un final turbulento que no mereció, teniendo que entregar el gobierno a su sucesor seis meses antes de terminar su mandato a causa de una hiper inflación sin antecedentes. De todos modos, al ponerle la banda a otro presidente elegido por el pueblo, se logró el gran objetivo: la democracia había llegado para quedarse.
Se le criticaron muchas cosas, sobre todo el tema de la economía, las leyes de Obediencia Debida, Punto Final, y el Pacto de Olivos, éste último cuando ya no era presidente. Despues, con el paso del tiempo, se fue tomando conciencia de que sin ellos, lo más probable es que el sistema democrático por el que tanto se había luchado no hubiera sobrevivido.
Como político y orador fué inimitable, tenía un carisma que hacía casi imposible no prestarle atención, vivió por y para su país, y fue una persona honesta tanto en su gestión como intelectualmente, siempre abogó por las soluciones consensuadas y el respeto por las opiniones distintas a la suya fue una constante. En el día de ayer, al cumplirse el primer aniversario de su partida, el diputado Felipe Solá acuñó una frase que representa fielmente el sentir de su pueblo: "Siendo tan radical, resultó que era de todos". Esa fue su misión, ser útil a toda su gente, sin distinciones de ninguna clase. Y esa misma gente se lo reconoció y agradeció en el momento de su despedida, con un interminable cortejo que lo acompañó hasta su última morada. También en el día de ayer, el constitucionalista Roberto Gargarella escribió un artículo del que, a modo de homenaje extraemos el siguiente párrafo, junto con un video que representa la esencia de lo que fue Raúl Alfonsín, un apasionado que usó la política como herramienta para legarnos el mejor país posible. Decía Gargarella, "De la diversidad de cosas que podrían decirse sobre Alfonsín escogeré sólo una, y es que él representa a la última gran figura de una generación de políticos que ya no está. A esa generación de políticos podríamos identificarla a partir de cantidad de detalles menores: el pantalón ajustado muy por encima de la cintura; el chaleco asomándose, elegante, por detrás del infaltable saco; el físico robusto delatando largas conversaciones de mesa y sobremesa.
Pero luego aparecen otros rasgos, menos pintorescos y más sustantivos, que son los que en verdad nos conmueven e importan. Ante todo, esta generación no concibió a la política como una continuación de sus negocios personales por otros medios. Se trata de una generación que vivió y murió en condiciones modestas, porque jamás concibió que la política podría servir para comprar más viviendas o mejores acciones, o para hacer negocios a cuenta de sus conexiones personales."


1 comentario:

  1. una vez mas, coincido con usted en un todo. Aviseme cuando se postula y cuente con mi voto en medio de la niebla en la que vivimos los gorilas desde que la doctora Fossey crepo ;)

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