miércoles, 12 de mayo de 2010

ESCANER: Alberto Olmedo


Era la risa en estado puro, un huracán de talento que no conoció los límites de la creatividad, un capocómico (en realidad EL capocómico) que patentó su sello dentro de la televisión y un improvisador capaz de salir airoso de las situaciones más imprevistas. Hablar de Alberto Olmedo es redundante para cualquier argentino que se precie de tal, porque su historia nos pertenece a todos como el dulce de leche, y hoy su obra y su recuerdo permanecen en un altar inalcanzable adonde sólo acceden unos pocos elegidos.
Nacido el 24 de agosto de 1.933 en Rosario, en el humilde barrio de Pichincha, y debido a la precaria situación económica familiar (era hijo de madre soltera y recién conoció a su padre a los 40 años) ya desde los 6 debió salir a trabajar. Entre sus actividades menos convencionales se desempeñó como acróbata y realizó sus primeras armas como actor de teatro. A fines de 1.954 decide viajar a Buenos Aires a tentar suerte, y en mayo de 1.955 ingresa a trabajar como switcher en el viejo Canal 7, con la ayuda de su entrañable amigo Pancho Guerrero. El destino quiso que en la cena de fin de año, mientras divertía con sus improvisaciones a sus compañeros, lo observara un directivo del canal, quien, impresionado por su histrionismo, le ofrece trabajo como actor. Casi de inmediato debuta con La troupe de la TV, y a partir de ese momento ya nada lo detendría en su ascenso a la cima. En 1.959 comenzaría, como actor de reparto, su carrera cinematográfica que abarcó 44 películas, en el filme Gringalet. Un año más tarde compone uno de sus personajes más célebres, El Capitán Piluso, que comenzó en el canal 9 junto a su amigo y compañero Humberto Ortiz (Coquito) y estuvo varios años en el aire en distintos canales con un notable suceso. En televisión formó parte de programas inolvidables como Operación Ja Ja, El Botón, El Chupete, Fresco y Batata, entre otros, donde trabajó, generalmente bajo las órdenes de Gerardo y Hugo Sofovich, con comediantes de la talla de Jorge Porcel, Fidel Pintos, Ernesto Bianco, Javier Portales, Adolfo García Grau, Pepe Soriano y Gogó Andreu. Y fue precisamente con Jorge Porcel con quien formó quizás la dupla artística más taquillera de la historia, ya que sus películas, programas televisivos y espectáculos teatrales eran sinónimo de éxito garantizado. Y por si hiciera falta un refuerzo para apuntalar tanto suceso, a sus presentaciones en cine y teatro la dupla Olmedo - Porcel agregó otra dupla, pero femenina, integrada por Moria Casán - Susana Gimenez, con lo cual durante varios años el cuarteto fue el amo y señor indiscutido de las recaudaciones. En 1.981, con Olmedo ya convertido en una estrella del espectáculo, sale al aire el programa No Toca Botón, de Hugo Sofovich, un programa hecho a su medida y que alcanzó niveles record de audiencia durante los años que estuvo en pantalla. A partir de ese momento no abandonaría nunca más hasta nuestros días su lugar de intocable y número uno de la comedia nacional. Si hasta ese entonces sus personajes de Piluso, El Yeneral Gonzalez o Rucucu habían dejado su marca entre el público, en este programa su galería de personajes inolvidables creció de la mano de algunos como Lucy, El Nene (donde comenzó con sus famosos "chivos"), José Refrán, El Psicoanalista, El Operario Cordobés, Chiquito Reyes, y los últimos, El Dictador de Costa Pobre, Rogelio Roldán, Perez, Perkins el Mayordomo, El Manosanta y Borges y Alvarez, en el cual haciendo dupla con Javier Portales, daban una clase magistral de lo que es improvisar frente a una cámara con millones de espectadores del otro lado. Respecto de este sketch, Sabrina, la hija de Olmedo, declaró en una entrevista: "Me encantaba, me moría de la risa porque eran ellos de verdad, auténticos. Se gastaban mutuamente, pero eran re-amigos. Como Javier era una persona cercana a la familia, sabíamos que odiaba que lo tocaran y papá en ese sketch vivía manoseándolo. Cuando le veíamos la cara a Javier, nos tentábamos hasta las lágrimas. Ese número era único porque los dos se desataban, divagaban, se iban de libreto y cuando querían retomarlo se olvidaban. Entonces papá salía de cámara e iba hasta el apuntador para saber con qué continuar". Básicamente, Alberto Olmedo fue eso, la repentización y la genialidad permanentes, un actor con una capacidad para hacer reír tan grande que ni siquiera sus compañeros de actuación podían muchas veces mantenerse serios cuando lo tenían enfrente. Y tambien, esto merece decirse, quienes lo han conocido, tanto laboral como personalmente, han destacado siempre su don de gentes, su humildad y su enorme generosidad. Tal vez por eso, la noticia de su trágica desaparición, al caer de un balcón en Mar del Plata el 5 de marzo de 1.988, llenó al país de tristeza y lo elevó definitivamente a la estatura de mito. Desde entonces ya nada volvió a ser igual, tal vez porque, como dice Fito en su canción, "...nada nos deja más en soledad, que la alegría si se va...".

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